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domingo, 23 de enero de 2011

El debate

El Sur 23/01/11

Silvestre Pacheco León
Escribo de memoria sobre el debate de los candidatos después de la gran alharaca que produjo entre sus partidarios, en los días posteriores a su realización, como si el resultado de ese ejercicio fuera decisivo para el triunfo de alguno de ellos.
En un estado como Guerrero, donde la mayoría de la población carece de casi todo, resulta abusivo para la inteligencia suponer que la aparición de los candidatos en la radio y la televisión durante dos horas los pudo distraer de sus ocupaciones habituales que los tensa en la urgencia de resolver los problemas de cada día, y menos hacerlos pensar en la necesidad de confrontar las diferentes apreciaciones que los tres candidatos tienen sobre esa realidad que quieren transformar, para guardar en su memoria las propuestas que a su juicio determinarán el sentido de su voto, en el alejado caso en que se dispongan a votar el 30 de enero.
Partamos entonces que más allá de quienes forman parte de la clase política, sólo unos pocos ciudadanos sin partido dispusieron de su tiempo y de su interés para ver y escuchar las intervenciones de los candidatos que se disputan las preferencias electorales. Los pocos guerrerenses que tuvimos oportunidad y disposición para escucharlos, estaremos así en posibilidad de formarnos una opinión sobre cada uno de los candidatos para actuar fundadamente.
En primer lugar me pareció excesivo que tanto el candidato del PAN como el del PRI aparecieran vestidos de traje. Eso los hizo ver demasiado formales, como si para ser gobierno fuera menester aparecer diferentes a los gobernados. Lo veo como una manera de sacralizar el poder y de apartarse de sus semejantes. El traje es ajeno hasta para los eventos especiales entre los guerrerenses. Por eso además de exagerados en su esmero personal, recurrieron a una sofisticación que los aleja más de lo cotidiano e importante para la gente común.
Marcos Efrén Parra del PAN, el candidato más débil entre los tres, desde el principio del debate se mostró sin la presión que implica la idea de estarse jugando en ese lance el resultado de las elecciones. Por eso se mostró más relajado, pero en extremo cuidadoso y aplicado en leer sus documentos. Daba la impresión de que el tiempo asignado para sus intervenciones no le alcanzaba para redondear sus propuestas e ideas, de manera que bien parecía el estudiante que, urgido en una competencia de lectura, quisiera acabar a fuerza en el tiempo permitido, sin importarle mucho el contenido de las otras intervenciones.
Y aunque tanto Ángel Aguirre como Manuel Añorve se tropezaron varias veces nombrando equivocadamente algunas palabras, la verdadera tensión se dio entre el presidente municipal de Acapulco y el senador. Más allá de ataques de por medio, los dos más fuertes candidatos a gobernar Guerrero tuvieron oportunidad de formular y sustentar algunas de sus principales propuestas que, de aplicarse, podrían abonar en el sentido de las transformaciones que muchos paisanos anhelan.
Los nervios que dominaron a Manuel Añorve restaron impacto a sus ataques contra Ángel Aguirre, quien se mostró más seguro y ceñido a su estrategia de darle mayor atención a las propuestas que a reaccionar frente a las agresiones.
Las gráficas y las fotos que Añorve Baños mostró para reforzar sus ataques contra su paisano, nunca parecieron cartas decisivas bajo la manga, sacadas por el tahúr en el momento oportuno del juego. Lo hizo con ostensible miedo a dejar ver lo que verdaderamente representaban. Le faltó fuerza y contundencia en el ataque. Aunque quizá eso se debió a que no le asistía la razón.
Ángel Aguirre, en cambio, estuvo metido en lo suyo, repasando cada una de sus propuestas y alardeando con las acciones que realizó durante su interinato al frente del Ejecutivo estatal. En todo el debate se condujo como el jefe de Manuel. Siempre seguro de su triunfo, como si las elecciones fueran solamente un trámite para legalizar lo que cree que ha conseguido.
En realidad cuando lo veo y escucho enumerar sus muchas obras sembradas en el territorio estatal, siempre me pregunto si no hay alguien que repare en el hecho de que su tarea como gobernador interino era precisamente la de establecer un cambio radical en el modo de gobernar frente a su antecesor. Fueron tres años dedicados a construir obras y a escuchar y apapachar a los representantes de sectores y gremios ofendidos por la política de la dinastía de los Figueroa. Es decir, no hemos visto a Ángel ejecutar una política que nazca de sus propias convicciones, intereses y compromisos.
Como dicen, y es cierto, que es siempre el escándalo lo que más perdura en la memoria de las personas, entiendo que a eso se hayan atenido los candidatos que se confrontaron. Si Añorve acusó a Ángel de inconsistencia porque primero dijo no y luego sí a la construcción de la hidroeléctrica de La Parota, inmediatamente pensé que, a menos de contar con una propuesta más inteligente, Aguirre Rivero, tuvo el valor en rectificar su postura a sabiendas de que eso le restaría votos. Esa decisión es valiosa en sí misma porque nos retrata a un candidato que, en todo caso, fija una postura en la que cree, independientemente de que ésta le gane o reste votos.
Otra cosa será decir sí a la obra monumental, siempre y cuando se cuente con el respaldo de los afectados y se respeten los derechos de los posesionarios de los terrenos afectables, garantizando que el impacto ambiental negativo podrá ser mitigado. Eso será a mi juicio, una de las acciones más relevantes, independientemente del partido del que provenga quien así se comprometa.
Después del debate me quedó claro que el candidato del PAN desconoce la realidad del estado y carece de propuestas de fondo para resolver cada uno de sus principales problemas. Si insistió en la enorme debilidad presupuestal del Ejecutivo estatal y de su terrible dependencia de las participaciones federales para poder cumplir con lo que ofrece, tampoco fue capaz de aprovechar la ventaja que le da ser miembro del partido que gobierna la nación para ofrecer como garantía de su triunfo un trato especial de la federación para el deprimido estado de Guerrero. Él que insistió tanto en la pobreza presupuestal del gobierno, atancando a los otros en su idea de querer hacer magia con el presupuesto, no fue capaz de mostrar en qué y cómo utilizar un presupuesto suficiente.
Luego de escuchar las propuestas de Manuel Añorve, quien finca la felicidad de los guerrerenses en el reparto discrecional del presupuesto, y a Ángel Aguirre, quien le apuesta a las grandes obras de infraestructura para alcanzar el desarrollo del estado, me quedó la impresión de que ninguno de los candidatos hizo la tarea de diagnosticar eficazmente la realidad del estado, escuchando las opiniones y propuestas de quienes saben, y que todos se atienen a las posibilidades que otorgan los medios masivos de comunicación, fincando en ellos sus deseos de triunfo.
El debate entre candidatos ha sido un paso importante en la vida política de los guerrerenses, sólo falta darle continuidad al ejercicio para que la sociedad aprenda la ventaja de ver y reflexionar sobre los diferentes puntos de vista de quienes aspiran a gobernar.
Si Manuel Añorve piensa que el problema del campo requiere repartir fertilizante químico gratuito, vale la pena escucharlo explicar de dónde obtendrá los recursos y, desde luego, cuál será el impacto que se logrará con ese ofrecimiento. Lo mismo respecto a su propuesta de quitar el pago de tenencia vehicular, pues a estas alturas creo que nos podría decir el fin que tuvo esta medida similar en los estados de Guanajuato y Querétaro, a los que él se refirió.
Si Ángel Aguirre insiste en que ayudará a los productores del campo para que encuentren compradores en el mismo estado, su propuesta tendrá viabilidad si la iniciativa resulta rentable para los dueños de los productos, porque hacerlo por debajo de los costos de producción será solamente un mal chiste.
PD. Me dió pena escuchar el contenido de la grabación del diálogo entre Ángel Aguirre y Claudia Corichi. No porque considere ilegal que vengan a Guerrero amigos de Zacatecas y de cualquier estado para apoyar a sus respectivos partidos. Tampoco por los dulces y libros a que hace referencia el senador, sino por el pobre lenguaje de la hija de la legendaria Amalia García, la culta militante de izquierda. Claudia Corichi no debería militar en partido politico alguno y menos ocupar un cargo público, porque con su ejemplo empobrece la política y daña la imagen de su madre. De su moral y apetitos, mejor no hablar.

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